Un perro corre tras un palo lanzado por su dueño, de repente se para, algo llama su atención. El viento mueve una bolsa de plástico atrapada entre las ramas y el ruido lo hace parar unos segundos, los justos para ver que no es “nada”.
El pobre animal ignora la realidad, que el plástico ha inundado su vida, nuestra vida.
La creciente producción de plástico y su mala gestión tras su uso han contaminado ya cada rincón de nuestro planeta, ríos y especialmente los mares, destino final de muchos de ellos.
A estos plásticos abandonados hay que sumar cada vez más a las temibles toallitas, a las que ahora la pandemia, ha añadido otro peligro, cientos de guantes y mascarillas.
El 80% de los residuos encontrados en el mar proviene de tierra firme.
Nuestras acequias, canales y ríos actúan como sumideros que acaban desembocando en nuestros mares a modo de alcantarilla.
Estas imágenes han sido tomadas justo en frente de la desembocadura del río Gállego en el Ebro, en el barrio zaragozano de Las Fuentes.
Es solo un ejemplo de lo que los caminantes se pueden encontrar en las riberas de nuestro querido río.
Cientos de plásticos, toallitas y todo tipo de fragmentos han sido arrastrados por la última crecida del río, que al bajar de nivel, aparecen como adornos navideños, “agarrados” a los árboles ribereños en una macabra estampa para nada agradable de ver.
Por desgracia estos “adornos” somos capaces de verlos, pero bajo las aguas, lejos de la vista del ojo humano, también están esos otros residuos que no flotan, latas, botellas… tantas veces denunciadas por Stop Plástico.
Deportistas, caminantes… pasean junto a ellos, sin apenas detenerse como si agachar la cabeza los hiciera desaparecer, con esa indiferencia del resignado, del que piensa que no se puede hacer nada, de que el Ebro es un sumidero hacia el mar.